Hay un pensador adscrito al comienzo de la modernidad que paradójicamente fue su feroz critico: Rousseau, si obviamos algunos elementos biográficos y su pragmatismo constitucionalista, comenzó a desbancar con razones el orden de muerte:
Dijo cosas que íbamos diciendo: la historia de la civilización es un progreso material, no social o moral;
la voluntad común no es lo mismo que la voluntad de todos;
La voluntad de sí ( una poesía de las traducciones) frente al bien común, el uno se fundió en el todo.
Rousseau frente al pesimismo antropológico hobbesiano cree que la felicidad humana es fácilmente remediable: reformando la sociedad y prestando mayor atención a la naturaleza. La caída del hombre en la civilización la explica de manera análoga a nosotros: hay un momento en el que el hombre cambia su relación con el medio, por la agricultura y los metales, se hace sedentario, y esto supone la aparición de excedente. En ese momento algunos hombres instituyen la propiedad privada cuando se dan cuenta que ese excedente puede ser aprovechado individualmente, así se crea la sociedad civil, es el origen de la desigualdad, de la propiedad privada. Un origen histórico basado en el engaño y no en un consentimiento tácito: “el paso más importante hacia la desigualdad y el vicio es la estima publica, todos comenzaron a mirar y a querer ser mirado uno mismo”.
“De la agricultura y del reparto de tierras nace la propiedad y con esta las primeras reglas de justicia, el derecho de propiedad: el derecho del mas fuerte o del primer ocupante”.
“ El primero al que, tras haber cercado un terreno, se le ocurrió decir esto es mío y encontró personas lo bastante simples para creerle fue el verdadero fundador de la sociedad civil. ¡Cuantos crímenes, guerras, miserias y horrores no habría ahorrado al genero humano quien, arrancando las estacas o rellenando la zanja, hubiera gritado a sus semejantes! : ¡guardaros de escuchar a este impostor! Estáis perdidos si olvidáis que los frutos son de todos y que la tierra no es de nadie.”
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