lunes, 9 de febrero de 2009

VIVIR LA VIDA


Ya desde niño me sonaban como a triste o hueco las recomendaciones o mandamientos que se le hacían a uno de vivir su vida, disfrutar de la vida, “a vivir, que son dos días”; pero, cuando he visto cómo los Medios de Formación de Masas de Individuos, por letras, imágenes y musiquillas, exhortan entusiásticamente a sus feligreses y televidentes a gozar de la vida (cada uno la suya, naturalmente), cuando ayer mismo, en una honesta película que muestra la explotación a muerte del lago Victoria para exportación de aviones de filetes de perca caníbal a los mercados de Europa y alrededor la miseria trepidante de la gente de Tanzania, veo al paso en una toma, sobre la pared de una casucha de barro el gran letrero de LIFE TASTES GOOD con discreta viñeta de Coca-Cola al lado, se me ha ido haciendo tan vívida y estomagante la falsía de esa incitaciones al goce y a la vida que, ya ven, no he podido por menos de comunicársela a mis benévolos lectores; que a lo mejor están dedicados a vivir su vida, a disfrutar de los bienes del Bienestar (¿no tienen acaso, cada uno de la Mayoría, su pisito, su seguridad social, su auto, su televisor, su premio de viaje en pareja, no importa ya siquiera de qué sexos, a Copacabana o Honolulu?) y ¿cómo van a andar pensando ni a dudar de la Fe primordial del Régimen, que lo que es bueno para el movimiento del Capital es bueno para uno y su propia vida?


Pues bueno, no; no, señores: por lo bajo, tienen que sentir conmigo esto: que uno no es quién para hacer eso de vivir o de gozar: eso le pasa o no le pasa, y ya; para lo que uno es quién es para vender y comprar, mover dinero; y el dinero no puede vender nada bueno, nada bueno puede comprarse por dinero; y la razón sencilla: siendo el dinero la realidad de las realidades, cualesquiera cosas que por él pasen se convierten en dinero, y, cuando él quiere a su vez repartirse en forma de cosas a la gente, es claro que esas cosas no pueden ya ser nada de aquello bueno, vivo, desconocido, que se vendió al dinero, sino sólo lo que ustedes saben, sustitutos: no le pueden dar a usted vida, pero sí estaciones de esquí, tablas para surf, templos y paisajes en autobús, carne fresca de mujeres en autostopes o sexoshopes, cifras de esperanza de vida, futura, claro.

Bueno (porque, en mis restos de ingenuidad, me atrevo todavía a decir “bueno”), bueno es eso que sienten ustedes conmigo por lo bajo que podía pasar, que podía, pero no saben qué, y, cuando lo saben, ya no es so, sino su sustituto. Nunca puede ser bueno para la gente lo que es bueno para el Capital, que sólo vive de futuro, de la muerte.

Y no se hagan, por favor, ilusiones de que pueden defender nada bueno, ni eso que llaman (es un insulto) Naturaleza, ni bosques, ríos, pájaros ni niños ni nada vivo. Nadie puede defender la vida: la sola defensa es atacar a lo que la mata; no se puede tener la verdad ni defenderla, pero sí descubrir la mentira de las verdades que nos venden.

Y perdonen que me haya hoy puesto así de clamoroso, pero es que a veces, lo que decía el otro, “la indignación hace versos”.

Agustin Garcia Calvo

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