jueves, 26 de febrero de 2009

El calvario de no tener los papeles en regla

Redadas en locutorios, detenciones en la calle, controles arbitrarios en estaciones de autobuses… A diario, por todo el Estado español, cientos de migrantes sin papeles caen en un tortuoso itinerario que puede acabar en su expulsión.

Desde su primer contacto con la policía, el migrante sin los papeles en regla es tratado como delincuente: “Los policías no atienden a razones y uno es el ignorante, y para ellos todos somos criminales y de lo peor”, cuenta J., joven ecuatoriano que fue detenido en la estación de autobuses de Málaga cuando iba a visitar a su novia. Le pararon por sus rasgos sudamericanos, carecía de la documentación en regla. Lo llevaron a comisaría y allí pasó 72 horas hasta que fue conducido ante un juez.

En cada uno de los trayectos los migrantes detenidos son llevados con esposas. Una vez en los juzgados, les es asignado un abogado de oficio. A M., boliviano, que estuvo en el CIE de Zapadores (Valencia), le tocó un abogado poco sensible: “Al conocer mis apellidos comentó ‘Vaya, que apellidos tan españoles para un indiano’. Me tuve que contener tanto… Pero pensé que necesitaba su ayuda”. El abogado le comunicó que les había tocado “una jueza racista” y que sería internado.

Tras pasar ante un juez, contra el sin papeles detenido se suele dictar un auto de internamiento para su expulsión. Entonces, de nuevo esposado, es conducido al CIE. En los nueve centros de internamiento oficiales –en ocasiones se usan otros, provisionales e informales como en Canarias donde un restaurante abandonado llegó a albergar a 500 personas– que existen en el Estado español, se repiten las duras condiciones: hacinamiento, insalubridad, malas comidas, falta de atención médica, falta de comunicación con el exterior, visitas de cinco minutos con los familiares en un ambiente ruidoso y a través de una mampara de cristal, ritmo de vida carcelario… El continuo incremento, como consecuencia de la política de inmigración gubernamental, del número de personas internadas, ha ido agravando las ya muy deficientes condiciones de los CIE. Aunque el conjunto de estos centros acumula, casi desde su creación, denuncias e irregularidades, hay algunos que han descollado.(...)
Las visitas son cortas, de entre cinco y diez minutos dependiendo del centro. Muchos internos se quedan sin poder comunicar por falta de tiempo, pese a que los familiares y amigos hacen largas colas desde horas antes. Numerosos relatos destacan los casos de visitantes que llegan de otras provincias, que se gastan lo que no tienen para ver a su ser querido y no pueden entrar. Para los internos, hacer llamadas de teléfono también es complicado: “Sólo hay dos teléfonos que son de tarjeta y las tarjetas hay que comprarlas allí. Si no tienes dinero dentro, lo pasas muy mal. Las personas de la cocina venden las tarjetas de teléfono y botellas de agua de un litro: tienen un negocio allí adentro”, recalca M.
También son frecuentes las agresiones por parte de los policías que custodian a los internos, aunque su denuncia puede costar la expulsión.(...) El hacinamiento genera problemas de salud y de salubridad.

Muchos de los detenidos pasan en los CIE el máximo de 40 días permitidos por la ley. Y con las noches en vela, con la incertidumbre de si serán expulsados al día siguiente. Pasado ese plazo, si la policía no ha podido llevar a cabo la deportación, quedan en libertad, pero con un expediente de expulsión, y en cualquier momento pueden volver a ser detenidos por la Policía. Los internos que van a ser expulsados son llevados esposados al aeropuerto, a horas intempestivas, y los suben a un avión sin poder hablar con nadie, ni siquiera con su abogado.(...)

Patricia Manrique

No hay comentarios: