viernes, 23 de enero de 2009

Pedos de monja


"Con precisión matemática, ya descrita por Marx, el capitalismo ha organizado sus servicios financieros para que los préstamos –de los que obtiene la plusvalía que hasta ahora le ha permitido reinvertir y seguir creciendo– se le devuelvan con intereses. Así, los ciudadanos y los gobiernos del mundo se han ido endeudando con los poderes financieros. Antes, los ciudadanos empezaron debiendo la mitad de su esfuerzo humano laboral de 10 años para poder adquirir un techo cuyo valor material, en contrapartida, era de uno o dos años de esfuerzo humano equivalente (la diferencia es la plusvalía).

Pero en los últimos tiempos de neoliberalismo esos mismos ciudadanos han tenido que ofrecer por adelantado la mitad de 25 años de su vida laboral para poder cobijarse bajo el mismo techo, lo cual es un claro aumento de la explotación. Frente a ellos, en el otro lado de la mesa de despacho, alguien se apropiaba HOY de esa deuda y acumulaba un capital virtual que representaba el sudor humano producido hasta 2030. En Estados Unidos, el desajuste llegó a tal extremo que empezaron a concederse créditos a 50 años. El capitalista, por su parte, reinvertía de inmediato esa deuda futura en el juego multiplicador de los circuitos financieros.

El mecanismo funcionaba igual entre países pobres y ricos. A mayor cantidad de intercambios (materias primas y recursos en un sentido, bienes manufacturados en el otro), el desequilibrio de la plusvalía entre ricos y pobres iba creciendo. Y, entre tanto, al igual que el rey de los cuentos infantiles, el capitalismo se paseaba desnudo, vestido con dinero inexistente, mientras todos alababan sus lujosos ropajes neoliberales y su eficaz economía de mercado.

Hasta que alguien vio en algún momento que un crédito concedido a 50 años a una persona de 60 quizá no tuviese camino de regreso. Alguien calculó que quizá no se podía exigir a un país que empeñase todos sus recursos durante un siglo para pagar las deudas del siglo anterior. Alguien intuyó que eso podía no ser real. Alguien vio que si la economía –con la ayuda imprescindible de una energía fósil todavía en aumento– acrecentaba las producciones de bienes y servicios entre un 2% y un 3% anual (que ya es una enormidad, pues a ese ritmo se duplica la producción cada 25 o 30 años) y si las jugadas financieras de casino permitían multiplicar el capital a una cadencia del 12% anual, en realidad se estaba generando un dinero que no se correspondía con el mundo real. La brecha entre la cantidad existente de bienes materiales y el dinero circulante se iba agrandando.

¿Y por qué (casi) nadie dijo nada? Hay dos razones principales. La primera es que si había papel moneda circulando cuyo valor era diez veces superior al de los bienes y servicios realmente existentes era porque nunca se intentaba comprar la totalidad de dichos bienes al mismo tiempo. Hubiera bastado con que Bill Gates y unos cuantos miles más de capitalistas decidiesen materializar sus miles de millones virtuales adquiriendo el mundo para que se hubiesen dado cuenta de que no existía mundo suficiente.

El mismo principio se aplica a los pequeños ahorradores. Quien tiene un depósito de 100.000 euros puede, si así lo desea, comprarse un terreno en su pueblo sin problema alguno. Pero si, de repente, alguien grita “¡el rey está desnudo, el dinero no vale nada, hay que materializarlo!” y todos corren a los bancos, sucede lo que ha sucedido: que el truco de la plusvalía y el dinero virtual se viene abajo. El corralito argentino hoy es global. Ese rey llamado capitalismo está verdaderamente desnudo, su dinero no vale nada y, sin embargo, sus representantes en los gobiernos del mundo siguen jurando que está vestido con hermosos ropajes.

La segunda razón es que el capitalismo ha puesto a los ciudadanos a jugar también en el casino. El jubilado occidental que coloca en un banco su fondo de pensión exige que le rinda lo más posible, y ese lo más posible está muy por encima del crecimiento real de los bienes y servicios globales. Pero al ciudadano no le importa en absoluto qué es lo que hace ese banco con su fondo de pensión. Quiere plusvalía.

¿Y qué hace ese banco con su fondo de pensión? Muy sencillo, coloca el dinero para explotar a otros, obtener más porcentaje del que le ofrece al ciudadano y quedarse con una parte de la plusvalía. Matemáticas elementales.

El ciudadano de a pie, muy alienado por el sistema, vive así en una situación esquizofrénica. Cuando se pone la gorra de inversor, exige el mayor interés bancario para su dinero y con el menor riesgo posible. Quiero ese 15% que prometen, dice. Pero si se cambia de gorra y entra al mismo banco como solicitante de crédito, pone el grito en el cielo cuando le exigen avales y un interés del 8%. ¡Ladrones!, exclama, y no se da cuenta de la contradicción en que vive ni percibe el lado oscuro de este capitalismo popular, de casino, en el que todos juegan a ganar, cuando todo el mundo sabe que en la ruleta sólo gana la banca.

Los principales responsables, sin duda, son los grandes capitalistas que impusieron el sistema; tras ellos, los gobiernos peleles del capital. Pero también muchos ciudadanos, sobre todo en los países occidentales, que han jugado con sus ahorros a este malévolo juego.

Ya lo dijo Chomsky, nueve de cada diez dólares que circulan por el mundo son especulativos, virtuales, no existen fuera del papel moneda, nada los respalda."
Pedro Prieto

(pintada el dinero es deuda via: contraindicaciones)

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