La nuclearización del mundo es una de las más brillantes aportaciones a la crítica de la energía nuclear, y por extensión a la crítica del totalitarismo democrático. Fue escrito en 1980 bajo el procedimiento del falso alegato, de la sátira disfrazada de apología, y destila un humor, más que negro, fúnebre, al más puro estilo de Jonathan Swift. Publicado por primera vez antes de la catástrofe de Chernobil, se convirtió, lamentablemente, en un pleno al quince.
Este texto —como se señalaba en la edición original francesa— «nada os enseñará sobre el funcionamiento de una central, pero os lo enseñará todo acerca del alcance de nuestra ignorancia. La cuestión nuclear no es técnica ni científica, ni siquiera ecológica, sino simplemente social».
En un momento en el que se trama una multiplicación de las centrales nucleares, esta edición aspira a participar en un debate que a buen seguro no se producirá, ya que lo que se estila son los hechos consumados: tras una descomunal campaña de publicidad (y aquí —y no en otro lado— es donde hay que enmarcar gran parte de la cháchara que escuchamos diariamente sobre el cambio climático), se procederá a sembrar el territorio con nuevos reactores por el bien de la humanidad. ¿Fin de la discusión?
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