domingo, 12 de septiembre de 2021

El aburrimiento dominical


El aburrimiento dominical no siempre ha existido. Durante la Revolución Francesa, en las tardes de los domingos existía una especie de fiebre, pues entonces el día del Señor era un triple día festivo: fiesta religiosa, claro está, en que dominaba la oración, pero también fiesta pagana llena de juegos y de danzas; fiesta transgresiva, en último termino , que indicaba la resistencia de las poblaciones a la reforma del calendario. La revolución, en efecto, había abolido la semana, culpable de no dividir con exactitud ni el mes ni el año: ya no sé descansaba el domingo, sino cada 10 días, cada " decadi". Y estaba castigado con multa aquel que seguía el antiguo calendario y el  que se endomingaba semanalmente, Vanos esfuerzos : la represión del domingo significó su relanzamiento ; incluso aquellos que despreciaban esta fiesta durante el antiguo régimen la celebraron de nuevo, aunque solo fuera para indicar su rechazo a la disciplina decadaria.

Pero el calendario de Romme  no sobrevivió al episodio revolucionario: pronto volvió todo a la normalidad, el decadí desapareció en las mazmorras de la historia, y el domingo recupero su trono. Pero no por mucho tiempo : apenas reinvestido de sus antiguos privilegios, el monarca dominical sufrió un nuevo asalto. Esta vez el ataque procedía del capital, que no estaba dispuesto a conceder a los obreros ni un solo día de reposo, ni siquiera el que el propio Dios dedico a desperezarse. A lo largo de todo el siglo, los filantropos y los reformadores sociales se pelearon con la revolución industrial más sacrílega todavía que Revolución de 1789. Es preciso, dijeron, restablecer el domingo a fin de conciliar el orden social con el auge de la economía. Pero ¡cuidado! no el domingo febril y clandestino de la primera República. No ,un  domingo austero, familiar, íntimo y como es debido, un día de reposo doméstico y de templanza, en el que cada hogar se repliegue silenciosamente sobre sí mismo, tiempo de ayuno y no de efervescencia, momento negativo definido únicamente por la ausencia de trabajo, vacación tan apacible que lleva a desear el retorno de los días de la semana y del trabajo. Nosotros somos los herederos de ese embotamiento. Si el domingo nos sentimos especialmente tristes es una reacción de amantes estafados: allí donde el tiempo sagrado debía suspender la tensión y las preocupaciones profanas,encontramos un monstruo: la banalidad sin el trabajo.

Pascal Bruckner y Alain Finkielkraut

Imagen: Aurelio Arteta

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