jueves, 14 de junio de 2012

EFECTO 2000 - Apocalipsis autofingido

Comienza el nuevo siglo, a las 00:00 del 2000 Tony Blair aprieta el botón que debiera hacer girar la millenium wheel, enorme noria que construyó la British Airlines en Londres: no funciona...¿El Y2K comenzaba sus estragos? No, el fallo fue mecánico no informático.
Aquél año nuevo no cayeron aviones del cielo, no nos quedamos a dos velas, ni se reseteó la consola, no nos atacó el robot del niño con misiles subatómicos, nuestras deudas no se alargarían automáticamente cien años (en este caso no estamos tan seguros...), ... ningún fallo en el suministro...La euforia por la cifra mágica se desbordó y el suelo de las grandes metrópolis se llenó de recipientes de plástico. En el cielo el avión particular de un falso filántropo cruzaba franjas horarias para alargar la fiesta.

A todos nos colaron el efecto 2000. Tanto los poderes económicos como los gubernamentales aparentaron caer en la misma paranoia apocalíptica amplificada por los medios de formación de masas. Incluso a los revolucionarios nos recorría un cosquilleo: se acercaban las tormentas del caos, el torrente que posibilitaria una tabula rasa, todo sería posible; algunos desde una tranquila e irónica curiosidad; otros mas fantasiosos, como,  un periódico primitivista que aconsejó métodos de supervivencia frente al colapso.
Pero, aunque el uno de enero del 2000 ni un mísero maquinucho ceso su actividad, la inocuidad del fallo tecnológico forzó resultados mas que positivos para los monopolios capitalistas: las activación del miedo mediante una naderia sirvió para reactivar la economía, gracias al gasto en la renovacion de la maquinaria electrónica. Las pequeñas empresas y consumidores resarcirían sus gastos gracias a la nueva bonanza. Curiosa jugarreta donde caímos unos, y callaron otros.

Los revolucionarios seguiríamos en la inopia tragando sus intoxicaciones y siguiendo sus propias ondas, olvidando hasta lo mas cercano, encallados en la esterilidad de una praxis inocua. Desesperados y peregrinos en el vacío cognitivo y moral en un desierto donde el único viento que sopla es el principio de explotación a servicio del sacrosanto beneficio.

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