lunes, 18 de agosto de 2008

Mari

Mari descansa en su cueva, Mari toda ella en la tierra, Mari a lomos de un carnero cruzando el firmamento, aunque también es cierto que alguien dijo que ella era el carnero, pero yo la he visto en forma de oveja lanuda y tu me dices que salio del agua hacia la espesura reptando y jugando, rodeando un árbol, con forma de culebra; nosotros decimos que el árbol también es ella, y mi vecina la sintió en plena cara como ráfaga.

Así confundian a la luz del candil la bondad de gaueko y al gentil, al mairu e incluso a la bruja o sorgin.
Mari aprendió a querer a sus dos hijos cuando solo podía tener a uno o a todos, pero nunca pudo aceptar la negación en falso del marido impuesto y del igual traidor.
Foto: los imprescindibles

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