
"Sé que desde hace unos diez años se ha propagado la idea de que era necesario, o casi, dejar al Estado tranquilo y tratar de crear "al lado" del Estado "espacios de libertad" que ignorarían al estado( ¿y que el estado sin duda ignoraría a pesar de lo que sucediera en ellos?). Es, lo repito, la dimisión ante
el problema de la política: el problema del poder como colectivo, que tiene raíces profundas en lo esencial de la filosofía política occidental. Postulado esencial: el poder no puede ser más que la forma-Estado, y contra el Estado, nada podemos. Un abismo separa este pensamiento de la filosofía política griega. Filosofía que, por un malentendido enorme y de verdad risible, no está donde se la busca habitualmente, en Platón y en Aristóteles, sino que se expresa en la practica y en las instituciones de las ciudades democráticas, en particular de los ciudadanos atenienses. Esta práctica ignora la distinción entre los ciudadanos, el colectivo de los ciudadanos, y el "Estado". No hay "Estado". Está el
démos o el
koinon de los atenienses. "Atenas", en los griegos, en Tucídides, por ejemplo, es una expresión geográfica, no política. La entidad política siempre se designa como: los atenienses, los lacedemonios, el Gran Rey. Pero en los modernos, por lo menos desde el siglo XVIII, el postulado central de la filosofía política es la existencia -que no podría cuestionarse- de un monstruo intocable, del Leviatán, de la potencia tutelar, como dice Tocqueville. No es cuestión de que la sociedad se autogobierne, está condenada a ser gobernada por un Estado separado de ella. a este Estado, a este Minotauro, como mucho pueden limitársele los movimientos, rodearlo de empalizadas (de papel), otorgarle periódicamente muchachos o muchachas para saciarlo por un tiempo, pero es todo. Nada de esto cambia, hasta que una vez cada cuatro, cinco o siete años, se produce esta misteriosa alquimia mediante la cual, durante un domingo el poder "se disuelve" y, por la tarde, se reencarna ( ¿la Eucaristía?) llegando a ser la " Hipóstasis" del pueblo en la persona de sus "representantes". La política no da y no puede dar respuesta a todo- pero no puede haber transformación esencial de la sociedad que no englobe la dimensión del poder-. La estructura actual del poder es alienante, atomizante, remite a cada uno a su vida privada y a la infantilización."
Cornelius Castoriadis, entrevista de 1987 con
François Dosse, en
Una sociedad a la deriva, editorial
katz.
Imagen:
koudelka