" Me he traído Pasear , de Thoreau, y lo leo en la habitación mientras las madres se afanan preparando la cena y mis hijos juegan con sus primas. Comprendo el romanticismo del autor norteamericano y comparto sus sensaciones, pero hoy en día casi parece un libro de literatura mística. Me echo el libro encima: donde Thoreau ve naturaleza, yo veo fincas; dónde él encuentra libertad yo encuentro cultivos; donde el siente paz, yo cansancio. Creo que ya he hablado de esto aquí, pero de todas formas hay algo más que, a pesar del aprecio que siento por el autor, me hace alejarme de él. Dice Thoreau: " Durante mi paseo de la tarde, quisiera olvidar todas las ocupaciones matinales y las obligaciones para con la sociedad. Pero a veces no me resulta fácil quitarme de encima la aldea. Alguna idea de trabajo me da vueltas por la cabeza y no estoy donde está mi cuerpo, estoy lejos de mis sentidos. ¿Para que estoy en el bosque si piensoen cosas que no tienen nada que ver con él? " A mí, sin embargo , me gusta pasear y pensar en cualquier cosa : no me importa que mis pasos sigan un camino y que mis pensamientos vayan por otro. Mientras paseo no pongo filtros que me impidan ocuparme lo mismo de vanales cuestiones poéticas que de profundos asuntos domésticos o de pringosos problemas profesionales, porque haciéndolo es como si aventase esas preocupaciones y me fuera desprendiendo de ellas. Y además porque entre esos pensamientos basura, que te llegan sin desearlo, uno agradece la sorpresa de un canto, de una nube o de una flor: la sacudida con que en un momento se impone la naturaleza. "
José Ignacio Foronda
Imagen: Joan Miro
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