lunes, 9 de septiembre de 2013

Las diferentes alegrías sagradas


Todavía ahora oigo cómo el Aspirante, trémulo y arrobado, oye las voces que le incitan a la turbulenta, confusa, seductora rebelión. Todavía hoy comparecen a escena, creíbles algunas aún, increíbles otras, las voces, brotadas de los renglones de los queridos libros prohibidos. ¡Dejaos, dejaos oír, amigos de entonces, y, tal vez, dejadme que me oiga yo también como un ventrílocuo que cabalga ecos!
Lautréamont: «Voy a sembrar la prostitución entre las familias».
Palabras inquietantes que gozosamente podemos adoptar.
Dostoievski: «¡No nos da tiempo, Dios mío! ¡Van a darle a la rueda! ¡Apuesta, apuesta!».
Apostemos, apostemos. Y, si puede ser, a todo o nada.
Nietzsche: «El peligro del noble no es que se vuelva bueno, sino ser insolente, burlón, destructor».
Pero es tan atractivo ser insolente, burlón, destructor.
Artaud: «Si yo no creo ni en el Bien ni en el Mal, si siento tal disposición a destruir, si en el orden de los principios no hay nada a lo que yo pueda razonablemente acceder, el principio
mismo está en la carne».
¡Qué alegría no creer ni en el Bien ni en el Mal!
Hesse: «El caos tiene que ser reconocido y vivido antes de permitir que lo integren en un nuevo orden».
¿Por qué no sentirnos adoradores del caos?
Leopardi: «Sombra real y firme te parece la nada, y el mundo, una playa deshabitada». No hay que esperar nada, más allá de lo que hay, y esto es la mayor liberación, o así quiero creerlo.
Salinger: «¿Cómo sabe uno lo que va a hacer hasta que llega el momento?».
Tiene razón y, por tanto, el único culto es el culto a la espontaneidad.
¿Y al instinto?
Orwell: «El Ministerio del Amor era terrorífico. No tenía ventanas en absoluto».
Amor, amor. Seguramente nos han engañado con esta palabra desde que nacimos.
Goethe: «Nuestro don es no reposar en ningún lugar».
Salir de casa, pedir lo imposible a esos dioses que han dejado de existir.
Breton: «No será el miedo a la locura lo que nos obligue a bajar la bandera de la imaginación».
Si se posee la imaginación, ¿a quién le importa la locura?
Nabokov: «Por lo que a mí respecta, era tan candoroso como sólo un pervertido puede serlo».
Precisamente queremos ese candor nuevo, la verdadera inocencia, el candor de la perversión.
Hölderlin: «¡Que cambie todo a fondo! ¡Que de las raíces de la humanidad surja el nuevo mundo! En el taller, en las casas, en las comunidades, en los templos, ¡que cambie todo en
todas partes!».
¿Puede haber una borrachera más dulce?
Rimbaud: «Quiero desvelar todos los misterios. Muerte, nacimiento, porvenir, pasado, cosmogonía, nada. Soy un maestro en fantasmagorías».
Por tanto, un maestro en la auténtica realidad.
Blake: «¿Las diferentes alegrías no son sagradas, eternas e infinitas?».
Lo son. Nos espera una alegría incesante.
Baudelaire: «Cielo o infierno, ¿qué importa? Al fondo de lo desconocido, para encontrar lo nuevo».
Audacia, audacia, siempre audacia.

"Visión desde el fondo del mar"
Rafael Argullol
Imagen: Vicente Ameztoy

No hay comentarios: